Dramático, esa es la palabra con la que se puede calificar al séptimo episodio de Shogun titulado Una barrita de nuestro tiempo. Es difícil que una serie consiga sorprendernos cada semana, siendo todo un reto que los espectadores se sientan impactados en cada episodio, pudiendo haber siempre alguno que sea de transición, pero esto no ocurre ni mucho menos en la adaptación de Rachel Kondo y Justin Marks de la novela homónima de James Clavell, atesorando sorpresas por doquier en los lugares más inesperado.
Después de poner en marcha el conocido como Cielo Carmesí, consistiendo en llevar la lucha al castillo de Osaka a través de un único ataque, Toranaga (Hiroyuki Sanada) decide que necesita a las tropas de su hermanastro para llevar a cabo este peligroso asalto, todo ello motivado por lo diezmado que quedó su ejército tras el terremoto que ocurrió en Ajiro. Este plan concebido hace años atrás, fue ideado para ser puesto en marcha en un caso de extrema necesidad, siendo considerado como el último recurso, pero a Toranaga no le queda más opción tras los últimos movimientos realizados por Ishido (Takehiro Hira) y Lady Ochiba (Fumi Nikaidô).
Este séptimo episodio comienza ofreciéndonos una mirada al pasado lejano de Toranaga, cuando apenas era un niño y lideró por primera vez a su ejército hacia la victoria, demostrando su precocidad y astucia para el arte de la guerra al derrotar a un enemigo mucho más experimentado, quien acaba rindiéndose ante él. Esta hazaña le confiere a Toranaga el estatus que hoy día sigue manteniendo, algo que se ve reflejado en la fidelidad que le profesa la mayoría de su clan, además de ser una mera muestra de la inteligencia de la que se hace valer en su toma de decisiones.
El preámbulo de los inicios de Toranaga, conecta directamente con el recibimiento de su hermanastro Saeki y su numerosa tropa de guerreros, acudiendo a la llamada de Toranaga para explicarle el plan que tiene entre manos para derrocar al Consejo Regente, y así liberar al país de la tiranía que estos pretenden implantar a costa de falsos pretextos. La llegada de Saeki a Ajiro es completamente normal, dando una sensación de cercanía con Toranaga a pesar de su distanciamiento con el paso de los años, siendo agasajado en todos los sentidos posibles, pero la cosa no tarda en torcerse, y no precisamente poco. Durante la cena del día de su llegada, Saeki se destapa como un traidor, vendiendo a Toranaga al Consejo Regente a cambio de un puesto en este, trayendo con él una misiva que ordena a Toranaga entregarse para que sea juzgado por traición, además de estregarle a Nagakado (Yuki Kura) una sentencia por el asesinato del enviado de Ishida en el episodio 4.
La traición de Saeki asesta un golpe casi definitivo a los planes de Toranaga, no teniendo libertad de movimiento para idear una estrategia que les saque de la situación en la que se encuentran, máxime cuando la ciudad de Ajiro ha sido sitiada por el ejército de su hermanastro. Ante esto, Blackthorne (Cosmo Jarvis) intenta hacer ver a Mariko (Anna Sawai) que una de las últimas posibilidades es que le devuelvan su barco y realice un ataque con los cañones, pero Toranaga ya se ha negado en múltiples ocasiones a ello, aunque viendo la tesitura en la que se encuentran puede ser el factor diferencial.
Una de las mejores partes de este séptimo episodio es la conversación que mantiene Toranaga con Madame Gin (Yûko Miyamoto) a petición expresa de esta última, con la intención de que Toranaga asuma bajo su protección el llamado Mundo Flotante, creando en la ciudad de Edo un distrito de casas de té donde las cortesanas estén reunidas y tengan su propio gremio. Toranaga rechaza esta solicitud aduciendo que no se encuentra en disposición de hacer planes a largo plazo, dada la gravedad de la situación a la que se enfrenta, pero a partir de aquí es cuando la cosa se pone interesante de cara a lo que deparará la trama en los próximos episodios. Madame Gin, cuya astucia es más que evidente, pone en tela de juicio que Toranaga no tenga un plan oculto, considerando imposible que este no haya visto venir al ejercito de Saeki y por ende su traición, recibiendo por respuesta por parte de Toranaga que nada de esto es de su voluntad, aunque por su forma de actuar hay algo que nos estamos perdiendo.
Por otra parte, se sigue explotando el arco argumental de la relación entre Blackthorne y Mariko, condicionada evidentemente por la presencia de Buntaro (Shinnosuke Abe), quien a todas luces tiene celos del trato de su mujer hacía Blackthorne. Esto desencadena en que Buntaro llegue a amenazar a Blackthorne con una espada e incluso le solicita a Toranaga que le permita reclamar su cabeza por haber deshonrado a su mujer, pero Toranaga se niega a concederle ese deseo, pues de ser así Mariko también se vería expuesta al mismo destino. Esta situación provoca que Toranaga le haga decidir a Mariko en qué bando se encuentra, en referencia a si está alineado con él o lo está con Blackthorne, pues considera que es una distracción de cara a sus aspiraciones de victoria sobre sus enemigos. La tesitura de Mariko provoca que vuelva a sacar a relucir sus intenciones de suicidarse, solicitándole a Toranaga que le permita hacerlo, pero este vuelve a negárselo como muchas otras veces. La escena entre ambos evidencia que Toranaga sí que tiene un plan, pues si su intención es rendirse, no tiene sentido que le remarque a Mariko la importancia de la causa.
El final del episodio es soberbio, marcada este absolutamente por la imprevisibilidad de lo que sucede, Toranaga le comunica a Saeki que su intención es entregarse al Consejo Regente, hecho que provoca que Blackthorne muestre su desacuerdo al exponer que de esa forma todos van a morir. Aquí es donde entra en juego una vez más el carácter impulsivo de Nagakado, quien al ver como en teoría su padre se está rindiendo, urde un plan para asesinar a Saeki con la ayuda de Kiku, mientras este está en la casa de té, pero el desenlace de esta decisión es tan rocambolesco como trágico, pues en un escenario de intensa lluvia, cuando Nagakado se dispone a asestar el golpe mortal a su tío para quitarle la vida, se resbala con una de las rocas del jardín y se clava su propia espada, muriendo prácticamente en el acto y dando paso así a los créditos finales donde lo único que se oye es el sonido del agua.
Las consecuencias de este trágico desenlace de Nagakado son imprevisibles, siendo muy posible que Toranaga deba sacar a relucir de una vez por todas el plan que tenga, mientras lidia con la tristeza por la muerte de su hijo.